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jueves, 8 de septiembre de 2011

Capítulo Milésimo octingentésimo septuagésimo quinto: "En la ciencia, como en el amor, la concentración en la técnica acaba produciendo impotencia” (Peter Ludwig Berger, 1929 teólogo austriaco.) Hoy, en peluchepráctico, breve introducción acelerada para ser comentarista financiero. Y nada mejor que explicarlo con una frase habitual en estas fechas, la típica frase de septiembre: “Mi hermano va a ir esta tarde al Carrefour a comprarle la ropa del cole a mis sobrinos". Pues bien, un comentarista financiero (que para eso le pagan) debe escribir: “Parece que un miembro muy allegado de mi familia tiene el proyecto de realizar en un plazo inmediato una importante operación comercial con una de las firmas internacionalmente más acreditadas del ramo. Según este rumor –que anoche circulaba insistentemente por el pasillo que va del comedor a la cocina-, la operación se realizaría en el ramo textil, aunque por su importancia también tendrá una gran incidencia en otros sectores especializados como el de educación". O sea, que todo consiste en liar el asunto, usar mucho potencial y enmascarar lo más posible lo que se quiere decir. O lo que es lo mismo, escribir mucho y no decir nada. El pelu es estado puro, vamos. Y hasta el lunes que mañana, por estos lares, resulta que es fiesta.
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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo Milésimo octingentésimo septuagésimo cuarto: "El cambio es inevitable, excepto en las máquinas expendedoras. (Fernando H, 34 años, informático en paro) Sé que es una solución a medio plazo, pero ahí va una propuesta para acabar con la crisis bancaria. A partir de ya todas las entidades financieras para meter dinero abrirán a las tres de la mañana y cerrarán a las ocho de la tarde. Sábados y domingos incluidos (con lo que se añade el plus de creación de puestos de trabajo). Para sacarlo, abrirán a las dos menos cinco y cerrarán a las dos, funcionando sólo durante los meses impares. La solución sería provisional, por supuesto, pero ante lo desesperado de la situación hay que tomar medidas. Y si son tan buenas como la presente pues mejor que mejor.
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Capítulo Milésimo octingentésimo septuagésimo tercero: "Una cesta de mimbre es un recipiente que se utiliza para recoger agua de dentro a afuera (Alberto S., 35 años, comercial) Dicen las leyendas (sagradas) que cuando Dios quería castigar a los pecadores paisanos del medievo introducía el virus del cólera en los manantiales o la peste bubónica en los pozos. A pesar de todo la gente seguía bebiendo porque al final siempre llegaba un predicador con tenderete de disciplinas y cilicios para remediar la colitis. Antes había solución. Ahora, agudos mortales sin espiritualidad capaz de quitarnos ni una simple diarrea, hemos avanzado. Según un edicto firmado y rubricado por un pomposo "Servicio Técnico del Laboratorio Municipal", colgado este verano, el agua del caño de la plaza del pueblo de mi padre ya no es potable. Uno está orgulloso de vivir en un tiempo en el que se tiene la posibilidad de fumigarse el sobaco con el sabor salvaje de los limones del Caribe. Cosa que no podían hacer los antiguos. En cambio los antiguos podían beber el agua milagrosa de un montón de fuentes que uno ya no puede. No sé si el "hemos avanzado" es lo más exacto. Fumiguémonos el sobaco, lavémonos la boca con pasta de sabor a menta, usemos bragaslips anatómicos, gocemos de todos los avances de la técnica moderna. Pero si frente a tanta felicidad científica tenemos la desdicha de no poder beber el agua del caño ni de cogernos la habitual cagalera estival en plena feria, ningún verano volverá a ser lo mismo. Una pena.
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