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lunes, 19 de diciembre de 2005

Capítulo Sexcentésimo septuagésimo: "La investigación de las enfermedades ha avanzado tanto que cada vez es más difícil encontrar a alguien completamente sano". (Aldous Huxley, 1894-1963, escritor británico) Y ahí estaba yo, delante de un montón de informes, debatiéndome conmigo mismo el significado de la vida, o la difícil solución que tiene el problema del hambre en el mundo cuando cogí un clip y, en aquel estado de angustia, comencé a retorcerlo de un lado a otro. Estaba liberando el artista que había en mí ¿Quién sabe con certeza cómo nace un genio? En pocos minutos había creado mi primera escultura, y como todos los grandes artistas había empezado queriendo homenajear a la naturaleza: una flor silvestre.
Era el momento de crear un estilo propio, algo postimpresionista que dejara huella: un frutero y una botella de vino.
Eso ya cubría el tema de las naturalezas muertas. Fue entonces cuando me di cuenta de que, al haberme iniciado tardíamente, tendría que abordar con la mayor premura muchos estilos y periodos antes de encontrar el que me elevara al Olimpo de los escultores de clips. El Art Nouveau parecía muy adecuado para expresar mi creatividad clipera pero aquella figura retorcida, conseguida después de cinco extenuantes minutos de trabajo, no acabó de convencerme.
Por un momento pensé que el retrato podía ser mi especialidad, la dificultad que me supuso hacerle el ojo a aquella cara me hizo desistir de tan encomiable misión.
Llevaba ya más de una hora "creando" y me sentía con fuerzas para acometer las raison d´être de casi todos los movimientos escultóricos desde la Grecia antigua: el cuerpo humano.
Pronto lo acabé descartando por considerarlo demasiado caricaturesco. Necesitaba un enfoque más escultural. Retorciendo aquí y allá, y rompiendo un clip tras otros sin pararme en pensar en el gasto (algo que los verdaderos artistas nunca debemos tomar en cuenta), acabé por fin una obra completa a la que bauticé como "Desnudo recostado".
Animado, pensé que ahora podía abordar estilos más modernos. Estaba entrando en mi periodo "realista" muy dignamente representado por dos de las mejores piezas que había creado hasta entonces y a las que bauticé como "el ciclista" y "el viajero apresurado".
Ya sólo me quedaba el nivel más elevado de la escultura, el estilo más difícil de todos: el abstracto. Las dudas me asaltaron ¿Sería capaz de hacer frente a semejante reto?. Me puse a ello y el resultado no pudo ser mejor. Su título lo decía todo: "Paisaje con acebo junto a un estanque barrido por el viento en coulis de fresa."
No soy crítico de arte, simplemente una persona con sentido común que sabe si una cosa le gusta o no; por eso reconozco que los resultados de mis trabajos en tan complicado estilo no fueron del todo malos. Si el primero el inimitable "paisaje con acebo junto a un estanque barrido por el viento en coulis de fresa" era bueno, tengo que reconocer, sin jactancia, que la verdadera obra maestra hasta ahora la he conseguido con el "abstracto lineal retorcido".
Fue en ese momento cuando me quedé sin saber hacía dónde seguir. Finalmente y tras largos minutos de forcejeo mental con las yemas de los dedos doloridas, la fatiga mental y el natural desgaste de la imaginación, me rebelé contra el abastracto. Los críticos no pueden dejar de estar de acuerdo en que, en esta figura final, obra cumbre de todas las etapas por las que pasé, y a la que le puse el nombre de "solo de trombón", queda plasmada triunfalmente la última moda del siglo XXI en cuanto a arte se refiere: la vuelta al naturalismo.
... una idea muy limpia Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"

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