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viernes, 30 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo quinto: "¿Qué el sexo prematrimonial es pecado?... Pero no existe sexo prematrimonial si no tienes intenciones de casarte". (Alberto J. 18 años, estudiante)
Último día de Noviembre. Hoy tengo prisa. De hecho ya he venido a toda velocidad.
Pero no quería yo que se perdiera esa costumbre que tenemos (casi) todos los viernes de hablar de sexo.
Por eso, y aprovechando la concentración que logro en cuanto me monto en el transporte público para venir a trabajar
He pensado que podía ventilar el tema con algún video porno. Un video al que no le faltaría su famoso desnudo para que nadie pudiera decir que no tiene clase..
Aunque sin olvidar, por supuesto, las inevitables tetas para atraer visitas.
Pero claro, luego he pensado que este es un blog familiar. Y que bastante revueltas están las cosas en los colegios como para alterar más al personal
Por lo que me he decidido a ponerlo pero en su versión de arte y ensayo. Una versión -en blanco y negro por supuesto-, mucho más sutil y en la que a falta de imágenes explicitas, tendrá que ser la imaginación de cada lector quien saque sus propias conclusiones sobre lo que se intuye.
Hasta diciembre. Hasta el lunes.
... más "historias extra-ordinarias" todo el fin de semana.
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jueves, 29 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo cuarto: "Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada de vuestra estatura. Antonio Machado, 1875-1939; escritor español
En la antigua cultura china, la vagina se considera un melocotón y sus líquidos, el fluido de la inmortalidad. Para alcanzar la salud y la vida eterna, y mientras la mujer le practica una felación. Su pareja succionará los fluidos de ella, los mezclará con su saliva 36 veces y los tragará en tres veces a partes iguales.
Visto el resultado, es obvio que nadie lo ha hecho de forma correcta. A ver si ponemos un poco más de cuidado.
... guiris.
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miércoles, 28 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo tercero: "La mujer que no tiene suerte con los hombres, no sabe la suerte que tiene". (Petra H., 54 años; soltera con suerte)
Pongamos que -al menos el primer mes- siempre sea él quien invite a las cenas y a las copas. Pongamos que- al menos el primer mes- no haya todavía escapadas románticas de fin de semana a algún hotelito rural de esos que te cobran un riñón por escuchar toda la noche una sinfonía de ladridos y mugidos. Pongamos, que es mucho poner tal y como está la cosa económica, que -al menos el primer mes- él pague el cine, el teatro y las entradas al concierto de El canto del loco. Pongamos. Bueno, pues aún así, tener novio el primer mes le sale por un ojo de la cara a cualquier mujer. Y sin embargo la mayoría erre que erre empeñadas en echárselo. A toda costa.
Sin entrar en mucho detalles, calculemos. Imprescindible durante el primer mes invitarlo alguna vez a casa. Cuando están solas, a las mujeres no les importa que se vean las quemaduras de cigarro en el sofá (incluso presumen de tenerlas delante de sus amigas), o que el único adorno de la mesa sean los ¡holas! atrasados. Pero cuando él va a aparecer algo se apodera de ellas y comienzan a volverse locas poniendo fundas, velas o flores por todos los rincones. Tirando por lo bajo -y sin contar el viaje al Ikea- sumemos los primeros 40 euros.
Por fin llega. Una larga tarde en el sofá con él antes de salir a cenar incluirá, además de caricias y mimos (que son gratis), algo para picar y alguna que otra botellita de vino para animarse. Entre el paté, los pistachos y el rioja pongamos otros 30 euros.
Durante las primeras citas ellas quieren estar irresistibles y, por supuesto, nada de lo que tienen en el armario les sirve ya. Un vestido nuevo -aunque sea de Zara-, un bolso a juego, el cinturón del mismo color.. la lista puede ser interminable. Sumemos, por lo bajo, 120 euros más.
Aparte por imprescindibles: un par de zapatos. La relación zapatos-mujeres es algo que se escapa a cualquier lógica. Y a la mía más. Dejémoslo en pensar que para ellas gastarse 100 euros en un par es toda una ganga. Suma y sigue.
La factura del teléfono. Las estadísticas dicen que durante el primer mes es ella la que llama a él y habla una media de 30 minutos, a lo que habría que sumar las que realizará a sus amigas para contarle lo maravilloso que es él chico de su vida y el coste de los 200 mensajes cortos que, según los estudios, mandan de media. 90 euros más.
Los caprichos para él. Cualquier mujer, a diferencia de casi cualquier hombre, considerará muy importante tener pequeños detalles hacia su recién estrenado novio: comprarle revistas que ella sólo miraría si hubiera fotos de los jugadores en los vestuarios, el último cd de la Shakira.. que a él parece gustar ya que se queda sin pestañear cuando sale por la televisión (incluso cuando no canta), una crema de afeitar que huele a lavanda (y no como la que usa ahora que no huele a nada), una camiseta de marca con el escudo de su equipo de fútbol, o un peluche vestido de Fernando Alonso relleno de bombones. Sirve cualquier gilipollez. Las estadísticas dicen que las mujeres compran durante el primer mes de relación una media de cinco regalos sólo para él. Pongamos otros 180 euros. Ya serán más.
Por supuesto que una no se levanta cada mañana como si fuera modelo de ropa interior. Restaurarse cuesta, y las primeras citas son una buena ocasión -disculpa- para comprobar que esas cremas tan caras que anuncian en las revistas son, de verdad, tan efectivas como dicen. Una situación así bien merece un esfuerzo. Perfumes, maquillajes, depilaciones, cremas. El pellizco más grande para que él lo disfrute. Incluso echando mano del Juteco la cosa difícilmente bajará de los 200 euros.
Ropa interior. Como los zapatos, un capítulo aparte, otro insondable misterio en el que la frase "menos es más" adquiere todo su significado. Cuanta menos tela tenga el tanga más caro será. Sin olvidar que la seda y las puntillas cotizan al alza. Sumemos 80 euros.
Condones. Estamos en las primeras citas, imprescindibles los preservativos. Por supuesto que este apartado debe de correr a cuenta de él, pero es obligatorio que ellas también tengan una caja a mano ante posibles emergencias por aquello de los olvidos. En principio, y antes de comprobar su grado de despiste, podría bastar con una caja. 6 euros.
Total: 846 euros. Tirando por lo bajo y dejando que sea él el que corra con la parte más importante. ¿De verdad que les puede compensar gastarse en un mes casi 150.000 pesetas por tener un tío al lado?
Es más, incluso teniendo ese capricho, y a pesar de que todos conocemos la dificultad que tienen las mujeres en comprender la verdad absoluta que en estas cuestiones representa "en la variedad está el gusto", ¿no sería mucho mejor emplear ese dinero en alquilar unos cuantos?
Es una idea. Sólo.
... sombrereros locos.
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martes, 27 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo segundo: "Un necio no es más que fastidioso; pero un pedante es insoportable". (Napoleón Bonaparte, 1769-1821; militar y estadista francés).
Nueva entrega de peluche práctico con vistas a las navidades. Hoy: cómo quedar bien delante de los presuntos entendidos en vinos ahora que son legión.
Ante todo, calma. Esto es como no saber inglés: lo importante es poner cara de que se entiende. Aprende estas dos palabras: regusto y añada. Ellos hablarán de ellas. Si surgen otras no hay que preocuparse: se pone la misma cara y se utiliza el mismo tono, siempre sonriendo y mirándolos a la cara como con complicidad, (para lo que se recomienda ensayar delante de un espejo).
Será conveniente hablar siempre en general, pero con sentimiento, introduciendo en cualquier caso estas dos frases en la conversación: "creo que sus taninos -el uso del término tanino es fundamental- están bastante equilibrados, sabrosos y bien estructurados" y "su color cereza recuerda aromas de frutas maduras, pasas y toques florales, con una correcta composición, buena madera, tabaco y medianamente especiado que ganará con el tiempo." Habrá que aprenderlas de memoria y no hay que preocuparse si luego salen mezcladas .
Si la cosa se complica y nos dejan a solas de esos capaces de llamar caldo a algo más que al líquido que resulta de cocer un pollo, bastará con mover un poco la copa, mojarse los labios muy lentamente, hacer una larga pausa y soltar de corrido: "pues en boca parece cremoso, de buena acidez, fresco, frutal y cítrico agradable con un final sabroso lleno de complejos matices", recordando siempre que aquí lo importante no son las palabras sino la actitud, cuanto más lánguida sea la mirada y más perdida parezca, mas posibilidades hay de triunfar en el apasionante mundo de la estupidez humana.
... no todo el monte es orégano.
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lunes, 26 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo primero: "He estado percibiendo la fuerza de la gravedad desde que era una niña" (Cameron Diaz, 1972; actriz estadounidense)
La mayoría de los prospectos, manuales de instrucciones, normas de funcionamiento e informaciones varias que traen casi todos los productos en su interior, parece que están destinados sólo para gente con aspiraciones al Nóbel. Sin embargo las etiquetas que suele haber impresas en la caja por fuera suelen ser a prueba de bobos. Normal, antes de comprar algo uno sólo lee lo que pone en la caja. Y los bobos somos más.
El caso es que hay unos señores abogados americanos que han formado una asociación, la Michigan Lawsuit Abuse Watchpara, con el fin de elegir a las etiquetas más ridículas. Las aspirantes han sido tantas que la cosa no ha sido precisamente fácil.
Entre los ganadores la leyenda "no utilizar para higiene dental" impresa en un cepillo para el pelo; un envase de pastillas para dormir con la advertencia "puede producir somnolencia" o un monopatín cuya etiqueta apunta: "este producto se mueve cuando se utiliza".
Otro de los finalistas fue el texto de un cochecito de bebé que anunciaba: "Quite al niño antes de plegarlo" o el que figura en un paquete de velas de cumpleaños: "No utilizar como hisopos en el oído ni para cualquier función que implique la inserción en una cavidad del cuerpo".
... como si uno se fuera a meter velas de cumpleaños habiendo extintores.
¡Huy!, la última frase era sólo un pensamiento privado que -por alguna extraña razón- se ha materializado en el blog. Se ruega encarecidamente no leer.
... pitonisas.
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viernes, 23 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo octogésimo: Sea solidario... masturbe un manco (Esteban L. 1954; jugador de balonmano y socio fundador de la o.n.g mancos sin fronteras).
En Tamil Nadu, un territorio de la India meridional, las mujeres practican la poliandria. O lo que es lo mismo, cada mujer casada, además de un marido "oficial", puede disfrutar con todas las bendiciones de los favores de tantos amantes como desee. O pueda.
Vamos, igual que en cualquier otra parte del mundo pero con la ventaja de que -por aquello de una cuestión social- (muy bien vista por todos los habitantes de la región), las señoras se evitan dar explicaciones a sus maridos y/o a las habituales e inevitables vecinas cotillas.
Globalización cultural para todos. Ya.
... más "historias extra-ordinarias" todo el fin de semana.
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jueves, 22 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo noveno: "Me llamo Lester Burnham. Este es mi barrio. Esta es mi calle. Esta es mi vida. Tengo 42 años. En menos de un año habré muerto, claro que eso no lo sé aún. Y en cierto modo, ya estoy muerto. Aquí me tienen, cascándomela en la ducha. Para mí el mejor momento del día. A partir de aquí, todo va a peor". (Kevin Spacey en "American Beauty")
Llevamos varios días de esta semana reivindicando nuestro derecho a ser vagos sin que nadie de los que pudieran (o pudiesen) poner los medios para que ejerzamos de tales se de por aludido y, en aras de nuestros sagrados derechos, solucione de alguna manera nuestra lamentable situación. Pues ya está bien. Basta de quejarse. Pongámonos manos a la obra. Ataquemos el trabajo desde su mismo centro. Hoy, en peluche practico, algunas ideas para inutilizar esa sala de torturas al que llaman lugar de trabajo. Muerto el perro se acabó la rabia.
- Opción una: inutilización del espacio laboral por asesinato de algún compañero de trabajo.
Nuestra zona de trabajo pasaría a convertirse automáticamente en el escenario de un crimen y, por lo tanto, no apto para laborar (por aquello de no destruir las pruebas, uno ve la tele). Es sólo recomendable en casos muy especiales y no ya sólo por los daños colaterales que pudiera traer (parece que hasta es causa justificada de despido.. con lo que te quedas sin cobrar el paro), sino porque parece que aún alegando defensa propia nadie te va a librar de que acabes fichado y con hasta antecedentes, algo que complicará bastante la búsqueda de otro trabajo. Por eso, y aunque es la opción más apetecible (matas dos pájaros de un tiro) conviene pensársela dos veces.
- Opción dos: inutilización del espacio laboral por su transformación en retrete.
Visto la cantidad de veces que los compañeros (y sobre todo compañeras) lo visitan durante el horario laboral, tienes asegurado el trajín suficiente como para no tener que desarrollar actividad laboral alguna y, encima, echarle la culpa a los demás. Un consejo: no es mala idea poner pequeñas pastillas de jabón, botecitos de champú o cualquier otro pequeño accesorio que pudiera atraer a la clientela. Los que mangamos en los hoteles pueden darnos un buen juego.
- Opción tres: inutilización del espacio laboral por la aparición inesperada de una plaga de animales.
Pocas cosas podrán servir mejor de disculpa para no entrar al espacio maldito que la invasión del mismo por una plaga de bichos. Contaremos además con dos opciones, si en la empresa hay algún peñazo (de esos que sólo dejan de hablar de su amor a la naturaleza cuando te cuentan los viajes que hacen en su cuatro por cuatro para meterse entre pecho y espalda un cordero lechal como Dios manda), bastará con soltar oportunamente algunos bichos normales y esperar; ya se encargará él de defenderlos a grito pelado ante la muy probable idea de todos los demás de lincharlos allí mismo, mediante certeros pisotones.
Si por el contrario, lo más ecologista que hay en toda la oficina es la talludita casadera que trabaja en contabilidad porque planta perejil en el tiesto de la ventana de la cocina, lo mejor será simular más que la plaga como tal, sus consecuencias. Un ejemplo grafico ilustrará a la perfección el meollo de la cuestión.
- Opción cuatro: inutilización del espacio laboral por una tuninización del mismo.
Es una de las formas que nos llevará más trabajo, aunque también es de las baratas. Para realizarlo nos puede servir cualquier material, eso sí, antes de elegirlo conviene hacer un exhaustivo estudio que nos informe sobre cuál va a ser el que mejor se ajustará a nuestras posibilidades. Las opciones van a ser tantas y tan variadas que se hace imprescindible determinar pros y contras de cada uno de los casos caso de forma completamente individualizada.
Por ejemplo, si estamos un sitio en el que el material es de libre disposición bastará con echar mano a lo que tengamos alrededor y así no hay que irse más lejos. Unos cuantos de post-it estratégicamente distribuidos no sólo conseguirán nuestro objetivo sino que, además, darán una apariencia de una actividad frenética que ayudará a cuidar la imagen. Un consejo: aunque esta especie de mocos que se van pegando por todos los lados ya hace tiempo que dejaron de ser sólo amarillos, es conveniente ponerlos todos del mismo color ante el riesgo de que alguno piense que te dispones a celebrar una fiesta de cumpleaños y se te presente a gorronear. Bien es verdad que el efecto inutilización sería el mismo, pero la buena imagen de frenética actividad caería en picado.
Si trabajamos en sitios con jefes a los que les gusta más figurar que a un tonto un lápiz, podemos inclinarnos por el culto a la personalidad. A partir de una foto de él, haremos las fotocopias hagan falta y las distribuiremos de la mejor manera posible de forma que nos cubran todo el espacio. Aparte de cumplir nuestra misión inutilizando el asunto, daremos a entender al jefe lo mucho que lo queremos, apreciamos y respetamos. De todas formas hay que tener cuidado, aunque parezca una solución sencilla, hay que tener mucho tacto a la hora de decidirse por este método ya que presenta varios inconvenientes, el primero es una nimiedad pero hay que tenerla en cuenta: te ganarás la antipatía del resto del personal que pasará a catalogarte como pelota. Pero puede tener otro añadido, y éste sí sería ya muy peligroso, no es descabellado pensar que, en vista de las cualidades que te adornan a los ojos del prócer , acabes siendo propuesto para algún tipo de ascenso. Y eso ya son palabras mayores.
Una opción más elegante, aunque bastante más cara, es usar un plástico fino de ese con el envolvemos el chopped. Presenta la ventaja del menor trabajo, ya este material se queda pegado, sin el menor esfuerzo, a cualquier superficie; pero a no ser que seas aficionado a realizar momificaciones en tus pasatiempos sexuales y uses el que te sobre después de una sesión, no acaba de compensar la relación estética-precio.
Aunque perdamos en el plano artístico, el mismo resultado nos va a dar el uso de papel de periódico. Bastará pasarse por un contenedor y arramplar unos cuantos para, a continuación, cubrir toda la superficie laboral que podamos. Presenta un grave inconveniente: el trabajo que nos llevará hacerlo, pero el resultado puede merecer la pena, sobre todo si, una vez que hemos terminado, le pasamos a toda la superficie una manita de cola blanca, cola que endurecerá el conjunto y hará que el resultado de nuestro esfuerzo sea lo suficientemente duradero como para amortizar la inversión energética que hemos hecho.
Una variante de esta opción, muy acorde con la época que se avecina, es usar los papeles de los regalos que vayamos recibiendo. Presenta casi los mismo inconvenientes y ventajas que el papel de periódico pero con muchas posibilidades de mejorar el resultado estético final. Muy importante: antes de inclinarse por ella conviene sopesar la cantidad de papel que podamos recibir y, sobre todo, que los motivos que lo adornen no sean excesivamente navideños. Hay que partir de la base de que nos tiene que durar y no es muy considerado que la última imagen laboral que te quede antes de irte a la playa en agosto sea un Papa Noel volando en trineo.
- Y nos queda una quinta opción: inutilización de espacio laboral por alteración de los elementos comprendidos en el propio espacio.
Aquí la imaginación jugará un papel importante ya que al tener que actuar sobre el contenido y no sobre el continente las opciones pueden ser inmensas. Por eso conviene no abarcar mucho y centrarse en inutilizar aquellos objetos considerados clave. Una buena opción, por ejemplo, sería actuar sobre el teclado del ordenador, algo que, evidentemente, inutilizaría todo el equipo. Es verdad que precisamente el teclado es, con diferencia, la pieza que menos falla en el cacharro (sobre todo si estás deseando que falle), pero siempre hay soluciones más o menos creativas para que eso ocurra sin que se note mucho y, lo que es más importante, sin que puedan demostrar que tú has sido la causa.
Dentro de este punto existe una alternativa que no me gustaría dejar pasar a pesar de que va a ser polémica. Se trataría de cambiar todo el material laboral que tenga algún valor por otro de similares características pero completamente inútil. Me explico, bastaría con sustituir -y es sólo un ejemplo- la pantalla del ordenador por otra del mismo tamaño y misma marca pero hecha de cartón. Pasados unos días haríamos lo mismo con la cpu y así sucesivamente hasta reemplazar todo lo que consideremos importante. Esta opción, por sus especiales características, (algunos mal pensados podrían opinar que al llevarte a casa el ordenador de la oficina estás robando), sólo es recomendable que la pongan en marcha aquellos que desarrollen su función como funcionarios de la cosas pública y/o similares. Y no sólo por aquello de que lo público es de todos, todos lo pagamos y yo quiero mi parte, sino, sobre todo, porque nadie va a saber nunca -ni manera de hacerlo- si el ordenador-caja era o no el que vino de serie cuando transfirieron las competencias y se empeñaron en comprar todo el material de oficina deprisa y corriendo para que el nuevo y flamante señor consejero (y señora) se pudieran hacer las fotos mientras alardeaban de cómo las nuevas tecnologías que hoy tenemos el inmenso placer de inaugurar, constituyen, sin duda, el mejor reclamo para demostrar el enorme interés que las instituciones públicas tienen por mejorar la vida de nuestros ciudadanos, únicos beneficiados del esfuerzo inversor que estamos realizando. Amen.
Sé que algunas propuestas son un poco desesperadas y que bastantes necesitan demasiado trabajo para llevarlas a cabo -precisamente lo que pretendemos evitar-, pero estamos llegando a un punto en el que no nos queda más remedio que pasar a la acción.
Es, simplemente, autodefensa
... la mano a la cartera.
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miércoles, 21 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo octavo: "El único que puede decirte que no puedes hacer algo eres tú mismo. Y no necesariamente tienes que escucharte" (slogan de un anuncio de zapatillas)
Ya sé que normalmente es al revés: en cuestiones domésticas (como en la mayoría de cuestiones) el patoso suele ser el hombre, mientras la mujer -mucho más desenvuelta- es la que acaba sacándole las castañas del fuego.
Pero ¿qué podría pasar cuando la patosa es ella -que alguna ahí- y la cabeza pensante de la pareja es él -que alguno ahí- ?
Pues que acaban inventando la tirita.
El norteamericano Earle Dickson, poco después de casarse en 1917, se dio cuenta de que su esposa se cortaba constantemente mientras cocinaba y pensó que los vendajes tradicionales suponían un engorro para seguir realizando las tareas del hogar. Para solventar el problema, fijó pequeñas gasas esterilizadas en el centro de tiras adhesivas y enrolló unas cuantas de manera que sólo pegaban por un lado.
Tras patentar el invento, convenció a los directivos de Johnson & Johnson, donde él trabajaba, para que lo fabricaran y comercializaran. Su introducción en el mercado no tuvo éxito hasta que se empezó a distribuir gratuitamente a las tropas de los Boy Scouts.
Pero esa es otra historia que poco tiene que ver con la cantidad de utilidades -a cual más práctica- del un invento que nació de la casualidad. Que se lo pregunten a la (muy agraciada) protagonista del anuncio.
... huelga de hambre
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martes, 20 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo séptimo: "Dios lo que más odia después del pecado es la tristeza, porque nos predispone al pecado". (San Agustín, 354-439, obispo y filósofo)
De los siete pecados capitales que me enseñaron "sólo" me considero adicto a dos. Ya sé que la proporción no es mucha, pero teniendo en cuenta que ambos dos los practico con nocturnidad, alevosía y recochineo, pocas esperanzas me quedan de no acabar quemándome en los avernos esos.
Y menos que me quedan. Resulta que, al menos hasta el siglo VI que por obra y gracia de Gregorio Magno desapareció uno de ellos, los pecados capitales no eran siete, eran ocho. A los clásicos de toda la vida: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza, se añadía uno más: acidia.
Así describía en 1174 Guines II, el Cartujo el pecado de la acidia o acedia:
"Cuando estás solo en tu celda, a menudo eres atrapado por una especie de inercia, de flojedad de espíritu, de fastidio del corazón, y entonces sientes en ti un disgusto pesado: llevas la carga de ti mismo; aquellas gracias interiores de las que habitualmente usabas gozosamente, no tiene ya para ti suavidad; la dulzura que ayer y antes de ayer sentías en ti, se ha cambiado en grande amargura"Si por aquello de la actualización temporal, cambiamos "celda" por "cubículo laboral" -dos términos sinónimos-, resulta que no pasa ni un solo día en el que, además de pecar constantemente ejerciendo la lujuria y la pereza, desobedezca voluntariamente a la ley de Dios practicando esa galbana en el plano espiritual que es la acidia. Todo un pecado de los de antes. Derechito al infierno voy a ir. Al tiempo. ... plástico transparente. Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"
lunes, 19 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo sexto: "La gente sin inteligencia busca siempre un chivo expiatorio" (Ernest Bevin, 1881- 1951; político británico)
El resto no sabe, no contesta.
Si ni para algo tan placentero como es practicar el siempre sano y gratificante intercambio de fluidos estamos la mayoría de la gente normal los lunes ¿cómo pretenden que lo estemos para trabajar?
viernes, 16 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo quinto: El que escribe en el alma de un niño escribe para siempre". (Evelyn Waugh, 1903-1966, escritor inglés)
Para entender la lógica amatoria de los kalash basta con tener a mano una calculadora. Empecemos por el principio: cuando una mujer de esta etnia se casa, su marido debe pagar la suegro una dote en la que, entre otros tesoros, se incluye alrededor de una docena de cabras.
Si la sufrida esposa pierde la cabeza por otro, el tercero deberá doblar la cuantía de la dote que, a grandes rasgos, se reparte entre la familia del la infiel y el primer marido.
En caso de que la mujer continué dándose alegrías, la dote sigue aumentando, con lo que sus ex -sobre todo el primero- se van haciendo con un patrimonio nada desdeñable que incluirá un rebaño de cabras cada vez mayor.
Conclusión: a los kalash, las infidelidades le sientan estupendamente bien o los cuernos con pan son menos. Hasta el lunes.
... más historias "extra-ordinarias" todo el fin de semana.
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jueves, 15 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo cuarto: "La única educación eterna es ésta: estar lo bastante seguro de una cosa, para atreverse a decírsela a un niño." (Gilbert Chesterton, 1874 - 1936; escritor inglés)
Una imagen (o varias) vale más que mil palabras. Hay cosas que resultan casi imposibles de explicar (saber cual es la parte delantera de una croqueta, por ejemplo), pero otras las hacen innecesariamente embrolladas inventándose -en el mejor de los casos- cigüeñas o coles. O cómo dijo el señor calvo del pelo raro “más vale un coño a tiempo que diez avemarias mal rezadas”.
miércoles, 14 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo tercero: "Después de que se ha hecho y dicho todo sobre el asunto... siempre llega alguien que quiere saber qué fue lo que pasó" (Nicolás P. 32 años, operario de obras urbanas)
Una leyenda qatarí afirma que, cuando graniza, las ostras suben a la superficie para atrapar los granos de hielo y hacer perlas con ellos.
Basta con añadir a la mañana una buena dosis de imaginación y... !voilà!, estaremos más cerca de conquistar el mundo. Nuestro mundo. Que no será el más perfecto, pero es el único que tenemos.
Hay que dejarse sorprender por el misterio siempre. Incluso si sabes que tiene truco. Empieza a oler a Navidad y ya se puede oler su magia y sus tradiciones.
Las comidas, cenas, meriendas, y pausas variadas con los compañeros laborales deseándoles a todos feliz año nuevo (cuando de verdad lo que te apetece es decirles que son unos gilipollas integrales). Comer. Tocar la zambomba. Ponerle adornos a un pobre árbol hasta que se parezca al hermano hortera de la burbuja freixenet. Los niños de San Ildefonso, las voces de los niños de San Ildefonso, el traje de los niños de San Ildefonso, todos los niños de San Ildefonso. Discutir sobre la eterna cuestión:¿la nochebuena con tus padre o con los míos? Comer. Las lucecitas. Más lucecitas. Jugar al amigo invisible con los cuernos (los del reno de papanoel) puestos. Comer. El espumillón. Aguantar las broncas familiares alrededor de los langostinos después de la primera copa. Más espumillón. Y más espumillón. Padecer el mensaje del Rey. Comer. Sonreír continuamente, (las cámaras digitales son los mayores aliados de las arrugas de expresión). Comer. El ruido de los petardos, el humo de los petardos, los restos de los petardos, todos los petardos. Curarse los chichones producidos por los caramelos que tiran en la cabalgata (a dar, tiran a dar). Criticar el maquillaje de Baltasar. Protestar por lo seco que está el roscón. Sufrir el concierto de Año Nuevo después de una sesión de villancicos (con unas letras que elevan a la categoría de obra profunda el aserejé). Añusgarse con las condenada uvas. Gastar la (escasa, muy escasa, ridícula) paga extra en regalos para los demás mientras a uno siempre le regalan la misma colonia ".. eres difícil.. como no fumas”, comer...
Suma y sigue. Ya empieza a oler a Navidad. Y mucho.
... Oscar póstumo
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martes, 13 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo segundo: "Encanto es lo que tienen algunos hasta que empiezan a creérselo." (Simone de Beauvoir, 1908-1986; escritora francesa)
Ya he contado alguna vez que soy optimista por naturaleza. Y como lo soy, pues he decidido que, aunque con estos cambios climáticos es difícil saber lo que nos tiene reservado este invierno, yo ya he tomado mis medidas. Aprovechando una oferta del tres por dos me he comprado unos cuantos autobronceadores. Y los voy a estrenar mañana. Que lo se pan.
Claro que según voy pensándolo empiezo a tener serias dudas sobre lo oportuno de mi compra. Anda que si el cambio climático hace de las suyas y sólo puedo enseñar los brazos tres días de noviembre. ¡Menuda inversión tonta acabo de hacer!
Pero, ocurra lo que ocurra, lo del autobronceador va a ser el primer paso a una serie de cambios que habrá que afrontar con ilusión. Primero, si voy a ir más moreno convendría buscar alguna ropa que lo resaltara. Revuelvo el armario y me encuentro con un fenómeno raro. Tan raro que pasa todos los años: ¡me ha encogido todo! Sin tocarlo. La camisa de rayas que formaban cuadros de tomy hilfiger ha perdido una talla... ¡con lo monísima que me hubiera quedado a juego con el bronceado de mi cara! No hay problema, yo soy optimista, estamos a primero de mes y el sábado está todo abierto. Además, más de algo es bueno, ¿no? Pues eso.
Sigo feliz con mi compra, tanto que no puedo esperar a mañana y decido abrir uno de los botes. Empiezo dándomelo en la cara. Tres horas después de la primera aplicación, dos horas después de la segunda y apenas quince minutos después de la tercera sufro el síndrome de la frente amarilla. Que no es un virus, ni una enfermedad tropical. Es un fenómeno natural que se produce en la frente, como su propio nombre indica, de los que los que nos creemos los prospectos de los autobronceadores y que, año tras año, pensamos que no lo hicimos bien la temporada anterior y lo intentamos de nuevo.
Menos mal que con la experiencia el proceso se va perfeccionando y, al menos yo, ya consigo que me amarillee con la misma intensidad el lado derecho y el lado izquierdo, y que la nariz no me quedan en un tono demasiado caoba. Lo peor está superado. El resto es pan comido. Durante un par de semanas se trata de poner siempre el mismo perfil cuando hable con alguien. Así no notará la diferencia. Esta última condición tienen la ventaja de que prepara la musculatura para otro momento ilusionante en el que deberíamos de contar con el apoyo psicológico de una enfermera de la Seguridad Social: dormir sin cambiar de postura en toda la noche, como si estuvieras en clase de pilates. Al menos hasta que se asiente bien la crema. ¡Qué trance!
En todo el proceso habrá momentos en que las ganas de tirar la toalla sean fuertes. Pero no conviene desfallecer. Hay que afrontarlo con serenidad y pensar que el arrepentimiento no es suficiente, ni eficaz, ni tiene ningún efecto para dejarte la cara como si acabaras de estar tres semanas al sol de ipanema rodeado de cinco garotos que cumplían todos tus deseos. Y sobre todo poder restregárselo por la cara a más de uno cuando nos volvamos a encontrar estas navidades. Porque de eso se trata. ¿No? Ya veréis como merece la pena. Hay que ser optimistas. ¡Como yo!
... nudos.
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lunes, 12 de noviembre de 2007
1071. 12 noviembre 2002 - 12 noviembre 2007
y como ya lo celebramos con felicitaciones y eso, hoy sólo toca !fiesta!
jueves, 8 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo septuagésimo: "Hay personas que por mucho que envejezcan, jamás pierden su belleza; solo se les pasa de la cara al corazón." (Martin Buxbaum 1912, escritor norteamericano).
La mayoría de los estudios ponen el acento en la armonía, pero el canon de belleza se ha transformado en tantas ocasiones que resulta difícil creer que se adapte a un único molde. Lo único seguro es que siempre se ha considerado bello aquello que era escaso. En periodos de hambruna, los cuerpos rollizos eran considerados hermosos; cuando la mayor parte de hombres y mujeres trabajaba en el campo, la palidez constituía un rasgo de hermosura; hoy, cuando todos trabajan en una oficina, resulta deseable estar bronceado; en los años 20 del pasado siglo estuvo de moda el aspecto andrógino, muy acorde con una moral hedonista que toleraba la homosexualidad y la bisexualidad; alrededor de los 50, el ideal eran mujeres pechugonas, puesto que no había nada más importante en la vida que encontrar marido y tener hijos. Hoy en día, la belleza se ha globalizado y los individuos tratan de acercarse al modelo caucasiano, es decir, la belleza anglosajona, que prescinde de viejos, gordos, negros, asiáticos, calvos, bajos y un largo etcétera de rasgos propios de la libertad individual. Una búsqueda para lo que no se encomiendan ni a dios ni al diablo a la hora de usar cualquier método que pueda acercarles a ella.
Pero, en contra de las apariencias, la cirugía plástica no es un fenómeno del siglo XX. Se conservan descripciones de correcciones nasales y tratamientos de cicatrices que se remontan al Antiguo Egipto, y ya en el siglo VII, el médico alejandrino Pablo de Aegina desarrolló un sistema para extraer los pechos a los hombres, cuestión estética por tratados de la época como problema médico. Tampoco es nueva la liposucción, pues Plinio el Viejo, en el primer siglo después de Cristo, ya describe una "cura heroica de la obesidad" al hijo de un cónsul.
Pero a lo que iba que me desparramado. Salvo algunas excepciones y hasta que en el siglo XX y por su falta de autoestima las mujeres se lanzaran en masa a operarse de todo menos del cerebro, todos los pacientes de la cirugía plástica fueron hombres. De hecho, el verdadero motor de la cirugía estética llegó en el Renacimiento con la aparición de la sífilis epidémica, una enfermedad venérea importada del continente americano. La misión de la nueva cirugía decorativa era reconstruir la nariz de los sifilíticos, que quedaba carcomida o desaparecía por culpa de la enfermedad. Una cirugía que se transmitía de padres a hijos con beneficios muy lucrativos y que se guardó en secreto hasta que el profesor Gaspare Tagliacozzi documentó e ilustró por primera vez una intervención nasal en 1597.
Por cierto una operación que, aunque nuca dejó de practicarse, fue prohibida por la Iglesia Católica a la que no le acababa de convencer la idea de que los médicos rectificaran quirúrgicamente las cicatrices y deformaciones que causaba una enfermedad como la sífilis. El Vaticano condenó oficialmente la "cirugía decorativa" -y las lecciones de Tagliacozzi se "olvidaron"- porque eran una interferencia humana en el reino del castigo divino. Pero tranquilos, no voy a ponerme ahora a soltar el habitual sermón sobre esa manía que tienen estos señores en ni vivir ni dejar vivir, o sobre su obsesión por meterse en todo dando opiniones sin que les concierna el tema o sea asunto suyo. Hoy no. Gracias a ellos mañana es ... !fiesta! y ese es un regalo capaz de apartar cualquier diferencia. Deberían de pensarse el poner más. Yo al menos les estaría profundamente agradecido. Hasta el lunes.
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miércoles, 7 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo noveno: "La filosofía no es más que el sentido común en traje de etiqueta" (Tish Jett, 1945, editor estadounidense)
Alan Hirsch es uno de los mayores expertos en enfermedades relacionadas con los sentidos del gusto y del olfato. El hombre, neurólogo y psiquiatra, se debe de aburrir lo suyo y ha presentado en la Association for Chemoreception Sciences, en Florida, las conclusiones de su último estudio: los perfumes, al menos los perfumes florales, adelgazan.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores de su equipo rociaron a una vendedora de cosméticos de 1,75 metros de altura y 115 kilos de peso con diferentes perfumes. Después la llevaron en días diferentes, en diversos lugares, ante distintos hombres a los que solicitaba que adivinaran su peso. El estudio tuvo en cuenta la opinión de 200 individuos de edades entre los 12 y los 61 años.
La conclusión: cuando la vendedora llevaba un perfume de tipo floral el peso percibido por los hombres se reducía en un siete por ciento, un efecto adelgazante posiblemente debido a que la percepción de las esencias florales que portaba la vendedora distraía la atención sobre su exceso de peso.
Bueno, no voy a decir yo que la cosa se una tontería. Al fin y al cabo quien más y quien menos ha usado este tipo de trucos ópticos para disminuir o aumentar alguna cosa concreta. A ver, ¿quién no se ha puesto un vestido negro para parecer más delgado? ¿quién no se ha comprado un traje a rayas verticales para estilizar su figura? ¿quién no se ha recortado todo lo que ha podido el pelo de ciertas zonas de su cuerpo para que aquello pareciera más grande...?
Yo mismo he probado uno de los trucos y funcionó. Y no fue el de las rayas verticales precisamente.
... punto rojo.
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martes, 6 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo octavo: " La persona que no comete una tontería nunca hará nada interesante." (Proverbio inglés)
Por mucho tiempo que pase, por más que sus descendientes -con el único fin de que olvidáramos la cruel y miserable humillación a la que por su culpa nos vimos sometidos- intenten lavar su imagen inventándose algún que otro merito literario, nosotros no olvidamos. El responsable de la tan inhumana como brutal vejación por la que quien más y quien menos tuvimos que pasar un nefasto día de nuestra vida, tiene nombre propio: Frances Hodgson Burnett.
Semejante personaje publicó en 1885 "El pequeño Lord", novela sobre un protagonista verídico, el lord infantil Fauntleroy, cuyas ilustraciones popularizaron la imagen de un niño que iba siempre vestido de forma emperifollada y hasta presumía de tener en su ropero un uniforme de la marina.
El gran éxito que obtuvo con su "brillante" relato instauró la costumbre de que los hijos varones de las familias acomodadas primero, y del resto después, hicieran la Primera Comunión vestidos de uniformes.
Él es el culpable último de algunas de las más espeluznantes, terroríficas y aterradoras imágenes que nunca debieron producirse... pero que están ahí para escarnio y vergüenza de sus obligados protagonistas. Yo incluido.
... y sin embargo se mueven.
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lunes, 5 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo séptimo: "Ser especial te abre puertas, pero es la mala leche las que las mantiene abiertas." (Madonna, 1958; cantante estadounidense)
Lo dice cualquier manual del tema: hay dos fórmulas altamente molestas -y poco corteses- para interferir en el discurso de un orador: los gritos y los silbidos.
Los gritos son molestos, pero los silbidos son, sin duda, mucho más desagradables, debido a la sensibilidad de nuestro sistema acústico ya que el oído humano es mucho más sensible a los sonidos con frecuencias elevadas, es decir a los agudos, que a los de baja frecuencia.
Esto explica también, por qué en una reunión donde hablan muchas personas a la vez se entiende mejor a las mujeres y a aquellas personas de las que se dice que tiene voz de pito.
Vamos, y por si a alguno todavía le quedaba alguna duda, que siempre son ellas las que llevan la voz cantante.
... incestos imperiales.
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viernes, 2 de noviembre de 2007
Capítulo Milésimo sexagésimo sexto: "El silencio es el partido más seguro para aquél que desconfía de sí mismo". (Francisco VI, duque de La Rochefoucauld, 1613 - 1680; escritor francés.)
Viernes. Unos pocos desgraciados estamos al pie del cañón. En la línea, siempre tan práctica, de "tantos hombres y tan poco tiempo", un consejo para poder aguantar el día con un mínimo de dignidad: imitar a la cucaracha.
Ya sé que no suena bien, sin embargo hay casos en los que conviene dejar a un lado cualquier prejuicio y enfocar las cosas de otra manera; bien mirado basta pensar que hasta para el más desalmado padre cucaracho, su hija cucarachita le parecerá guapa.
Primera conducta a imitar: no derrochar más energía de la necesaria. Las cucarachas se pasan tres cuartas partes de su vida tranquilamente ocultas; por cada cucaracha que se ve hay otras 75 escondidas. Así pues, durante el horario laboral intentaremos dejarnos ver lo menos posible. Si acaso cuando vayamos a por los imprescindibles cafés. El resto del tiempo, evaporados.
Segunda y más importante: consumir lo mínimo. Debido a sus hábitos esquivos y su carácter omnívoro estos simpáticos animalitos son capaces de sobrevivir hasta una semana alimentándose sólo del pegamento de un sello.
Consumen lo mínimo, gastan los imprescindible. Hagamos lo mismo lo mismo en todo lo que tenga que ver con las actividades laborales de hoy. Será nuestra forma de protesta ante la gran injusticia que cometen con nosotros.
Hasta el lunes.
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