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jueves, 13 de noviembre de 2008
Capítulo Milésimo ducentésimo nonagésimo cuarto: "Lo bello es aquello que es inteligible sin reflexión" (André Malraux, 1901-1976; novelista, aventurero y político francés)
Si algo "bueno", (lo de "bueno" entre comillas y cursiva no sea que se malinterprete), tiene estar tantas horas en el trabajo es que a uno le da tiempo a pensar en todo tipo de cosas con tal de ir matando el tiempo. Hasta el mismísimo google lo escupe cuando buscas peluche en él: “cualquier cosa antes que trabajar durante el horario de trabajo. Hasta escribir un blog.”
Y en esas estoy yo, dándole vueltas a la cabeza sobre lo mucho que tiene que disfrutar, por ejemplo, un fetichista de los pies trabajando en una zapatería. Pura envidia de aquellos que sí saben gozar en y con el trabajo.
Y ya que ando con los fetiches uno curioso -a la par que inocente-, el pigmalionismo, o atracción sexual hacia las estatuas.
Aunque no tan raro como uno pudiera pensar, ya en Grecia cuentan las crónicas como un hombre profanaba habitualmente cierto templo dedicado a la diosa Afrodita para intentar mantener relaciones sexuales con la mismísima estatua de la diosa. Y tampoco hace falta irse tan lejos en el tiempo, entre los Koryak, una de esas tribus de Siberia que sólo sale en los documentales de la televisión, aún existe la costumbre -muy extendida entre los jóvenes solteros- de dormir con varias piedras a las que consideran sus esposas.
Ni tan lejos en la distancia. Hay cierta parte (el culo) de cierta figura (un ángel) en cierto monumento (el dedicado a José Cubero Sánchez, el Yiyo, obra de Luís A. Sanguino) situado a la entrada de cierta plaza de toros (Las Ventas) de cierta capital de España (Madrid) cuyo trasero es un verdadero lugar de peregrinación para cualquier pigmalionista que se precie. Y vista la cantidad de gente que a cada rato pasa su mano sin el menor disimulo por el susodicho culo del ángel, hay que reconocer que son legión.
Por cierto, a mi también me gusta que esté duro, pero tanto, tanto...no.
... días y días
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