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lunes, 30 de octubre de 2006
Capítulo Octingentésimo quincuagésimo: "Uno empieza a ser viejo cuando su número de años empieza a superar al número de su zapato". (Frank Lloyd George 1863-1945, político inglés)
Casi siempre, los secretos mejor guardados de la gente están relacionados con algún tema sexual. Detrás de la cándida apariencia de las personas que nos rodean se suele esconder una cara oculta. El juego de la doble vida es para muchos la faceta más "arriesgada" de su aburrida existencia y pagar por sexo es una de las opciones más frecuentes.
Dicho lo cual, y visto el potencial de mercado, me ofrezco a cumplir cualquier fantasía ajena bajo una estricta confidencialidad a un precio razonable.
Ya sé que no todo el mundo puede ejercer semejante actividad. Hay que responder a un modelo físico y cultural que complazca a la sofisticada clientela que hará uso de los servicios. Pero después de ver algunos anuncios donde piden hombres apuestos, discretos, sofisticados y buenos conversadores, creo que puedo aspirar al empleo de "gigoló", es decir, que en vez de mendigar un morreo con un extraño pues vendes los tuyos a precio de oro.
Sólo hay un pequeño requisito que creo no cumplir: tener flexibilidad y mucha resistencia, algo que a una edad tan "delicada" como la mía no es nada fácil.
De todas formas estoy dispuesto a intentarlo. Sé que la competencia va a ser dura, las ofertas del amor alquilado son infinitas: jovencitos extravagantes, cachas anabolizados hasta los dientes, universitarios inexpertas, mulatos exuberantes, rubios nórdicos viciosos, travestidos imaginativos, adonis para todos los gustos.. Pero es aquí donde cuento con mi "idea" secreta: especializarme.
El secreto para triunfar está, como las tiendas pequeñas, en la "especialización". Por eso esta mañana, mirándome al espejo he comprendido donde tengo mi potencial mercado de clientes. Está claro que con este cuerpo solo podré hacer negocios en una convención de la ONCE. Dichoso lunes, la de bobadas que me hace decir.
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