copia de seguridad

miércoles, 13 de enero de 2010

Capítulo Milésimo quingentésimo trigésimo tercero: “La canción original no decía "lalala", lo que pasó es que a Masiel se le olvidó la letra” (Abel Requejo, 34 años, músico) Una de las señales inequívocas de mi entrada -sin remedio- en la edad talluda ha sido ver como un par de amigos de mi misma quinta han decidido cambiar su habitual footing dominguero por unas partidas semanales de golf. O eso me han dicho. A mí, que ya me he definido varias veces (más de mil quinientos capítulos acaban pasando factura de repetición) como hombre sedentario y sedante, un caballero de respetable edad corriendo al trote ya me parecía un espectáculo irresistiblemente penoso. Pero contemplar como los mismos pasean con un carrito, unos palos y algún cómplice por la verde pista entre dos hoyos del campo de golf me parece directamente una soberana gilipollez. El juego es muy propio de la terquedad y la carencia de imaginación de los ingleses. Colocar una bolita artificial, bastante cara, sobre otra natural millones de veces mayor y obstinarse en golpear a la pequeña sin rozar a la grande es tarea, por lo visto, apasionante, aunque inútil. ¿Puede haber mayor señal de caducidad que tener la misma edad que un jugador de golf? Todo va encajando: soy viejo. ... mercedes Todos los "capítulos" de "tantos hombres y tan poco tiempo"

Archivo