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miércoles, 10 de agosto de 2005
En la sociedad de la información, y de las tecnologías, nos manipulan, nos engañan y nos mienten con todo el descaro del mundo.
Traumatizado estoy, sin poder levantar cabeza después de leer la versión original de La Bella Durmiente, el cuento de Giambattista Basile (1575-1632)
La princesa durmiente, Talia, que yace dormida (en realidad muerta tras haberse pinchado con una astilla envenenada, oculta entre unos hilos de lino) en un palacio enclavado en mitad de un bosque, es encontrada por un noble, que la viola sin más miramientos y huye del lugar.
Uno siempre había tenido en mente la versión dulcificada del Charles Perrault, con las imágenes de Disney, dónde el noble, transmutado en príncipe, la despierta con un beso tras su largo sueño de cien años..
Pues nos han timado
En el cuento original, la Bella Durmiente queda embarazada, dando a luz nueve meses después a dos hermosos gemelos, llamados Sol y Luna, sin que, por ello, llegue a despertar.
Un día, el pequeño Sol chupa el dedo de su madre y extrae la astilla envenenada, con lo que Talia despierta. Tras algunas visitas esporádicas (pero también fructíferas) del príncipe, su mujer legítima, enterada de que la Bella del bosque es madre de varios hijos bastardos de su marido, manda prender a esos vástagos ilegítimos para que sean degollados y servidos en un cruel banquete a su esposo.
Menos mal que como no todo pueden ser desdichas y crueldades, un cocinero se apiada de los pobres niños y cambia su carne por la de una cabra recién sacrificada.
De verdad, con la mano en el corazón, ¿quien es capaz de empezar a trabajar después de semejante golpe a la poca ingenuidad infantil que nos queda?
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